El Concierto, una realidad post-regimenísta

La verdad es que no había visto cine ruso. Curioseando en los Euroscopios me había topado con cine inglés, finlandés, italiano y el inconfundible francés. Sin embargo nunca había visto a los rusos haciendo otro papel que no fuese el de espía o mafioso. De hecho, pasé los primeros cinco minutos tratando de asimilar el hecho de que era una película sobre rusos comunes, sobreviviendo entre pardos y tintos después de la revolución.

Me topé con El Concierto, un film de la pluma y dirección de Radu Mihaileanu, sobre el otrora director de orquesta  Andreï  Filipov quien reúne a sus músicos para terminar la obra que le fue interrumpida por agentes del gobierno; «traidor a la patria» lo llamaron por tener judíos en sus filas. Al ritmo de la intensa belleza de las notas de Tchaikovsky, Filipov me demostró por qué no estaba dispuesto a  dejarlos ir.

Con toda la sutileza que la cotidianidad concede, esta película me  presentó la realidad del post régimen soviético donde, treinta años después de la caída, el resentimiento hacia quienes fueron parte del sistema estaba tatuado en los corazones de quienes fueron acorralados y perseguidos. La película me abrió una pequeña ventana a lo que significó el abuso de poder de los días en los que la KGB era reina y señora de lo que le pasaba a los ciudadanos de a pie.

Pero fue cuando vi el camión de la televisora nacional que filmaría el evento que caí en cuenta de cómo esa pareciera ser la inminente realidad de la que algún día será la Venezuela post chavista. Treinta años de la caída y un aparataje obsoleto seguía siendo la regla, treinta años y el equivalente a VTV era el único medio invitado, treinta años y aún no llegaban los buses a tiempo, el contrabando de papeles en el aeropuerto se hacía bajo las narices de las autoridades y treinta años después todos recordaban quién había estado en qué bando.

Sin embargo, El Concierto no termina con la amargura de la rabia. Haciendo uso de pinceladas pintorescas y el sublime toque de las relaciones humanas salí de la sala pensando que es posible dejar de lado las viejas convicciones, dejar el pasado en el pasado y trabajar juntos por los objetivos comunes. Para ello sólo hace falta una cosa: dejar los resentimientos atrás.

Por Amanda Quintero

@amandaisabel87