Carta al conductor en la lluvia. Una dedicatoria a los conductores frecuentes de LPG.

Porque definitivamente en esta ciudad el tráfico es inspirador de reflexiones

Querido conductor que manejas en la lluvia,

Hoy he decidido escribirte porque siento que desconoces una situación de la que formas parte, y con la que te estás ganando tanto Karma como el de los que usan el hombrillo. Por razones socioeconómicas, geo y demográficas o simplemente por razones verdes existe un grupo de personas que no se trasladan en carro, a.k.a. los peatones, al cual pertenezco.

Tú y yo tenemos una relación de envidia bidireccional condicionada al momento del día, el estado del clima y especialmente al estatus del tráfico; a veces yo voy más rápido mientras eres presa de la cola y a veces tú llegas en un tercio del tiempo que me toma la misma distancia a pie. Hasta ahora nada nuevo.

Lo que he venido a subrayar, estimado conductor en la lluvia, es precisamente que tu status quo cambia durante el momento de la precipitación. Ya no es una cuestión inocente de quién va más rápido que quién, durante la lluvia tú estás inherentemente seco, mientras yo –aunque lleve un paraguas- me estoy mojando, y tú estás en la posición de hacer mi vida considerablemente más miserable. No quiero decir con esto que deberías darme la cola, pero hay tres tipos de acción que reducirán significativamente la cantidad de maldiciones y nombramientos sobre tu madre y toda tu estirpe de mi parte y de la del gremio.

La primera es que, bueno, todos sabemos que en Caracas se perdió la costumbre de pasar a los carros por la izquierda. Sin embargo, cuando pasas a altas velocidades y pisas un charco en alguno de los abundantes huecos de nuestras calles, seguramente levantarás un tsunami del líquido trimardito  que se acumula al margen de la calzada; sí, esa sustancia grisácea, podrida y pestilente que se proviene de tus cauchos, la mugre y la basura arrastrada. Si algún peatón desdichado es salpicado por este coctail de seguro se frenará a mitad de la acera y aunque no lo escuches se tomará la libertad de gritarte « ¡abusador! ¡Ojalá caigas en un hueco y se te espiche un caucho!» -sí, 4Runner negra del otro día, esa fue contigo-.

La segunda es que yo no voy a pelear contigo el hecho de que te quieras comer la luz, al final esa es una pugna entre tu conciencia y tú en la que nadie puede interferir. No obstante, querido amigo, el entorno cambia cuando está lloviendo, o al menos las externalidades de tus acciones. Parado en la esquina está algún pelagato esperando que aparezca el muñequito verde para avanzar, yo sé que pareciera que esos 30 segundos que te estás ahorrando hicieran la diferencia, pero no te engañes, en verdad no la hacen. Piensa que corres con la suerte de estar sequito en medio del caos. Ahórrate los deseos de verte explotar y volar en pedacitos del que se está mojando.

Y tercero y muy ligado a la anterior, si está lloviendo, estás parado en el semáforo y cambia tu luz a verde pero el peatón aun está cruzando, piénsalo dos veces antes de tocarle la corneta, especialmente si es un viejito. Yo sé que tú crees que lo hace para retrasarte la vida y hundirte en tu miseria, pero la verdad es que está intentando pisar donde el charco esté menos profundo. Mi perplejidad y tolerancia están llegando al tope con la cantidad de conductores que le tocan cornetas a los viejitos durante la lluvia  –y ojo que en Los Palos Grandes hay muchos-. Un día de estos me atreveré a tocarle la ventana y preguntarle si necesita llegar al baño más cercano.

Entonces, queridísimo amigo, reflexiona sobre estas tres situaciones y piensa en ellas como tu buena acción del día. Si ayudas a que algún peatón no se moje más de la cuenta no tienes por qué sentirte culpable si no quieres dar tu vuelto para la donación [inserte aquí la que sea].

Gracias por tu atención y buena disposición a mejorar la convivencia en nuestra ya caótica ciudad,

Atentamente,

El peatón del la lluvia

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